La
persona humana, independientemente de su querer, crece, trascendentalmente,
hacia su destino, al ir siendo elevada, por Dios, hacia la felicidad (ordo amoris).
Dios la hace crecer según cinco elevaciones que podemos llamar “trascendentales”, a saber:
la creación,
la llamada inicial,
la insistencia o mantenimiento de la
llamada,
la santificación y
la glorificación.
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